La llave

En la película de 1989 «Sexo, mentiras y cintas de vídeo, el personaje que interpreta James Spader se agobia cuando su pareja, Andie McDowell, le da una llave. ¿Qué eso es caer atrapado por las convenciones sociales?

Utilizamos en castellano dos palabras, llave y clave, que otros idiomas (inglés, catalán, francés, …) es un único término.

A lo largo de la Historia y en diferentes culturas, han tenido una gran carga simbólica: “las llaves de la ciudad”, el emblema del pontífice vaticano, o la dovela central de los arcos de medio punto.

En criptografía, ese símbolo es el secreto que permite proteger el misterio y la integridad de un mensaje para protegerlo de miradas ajenas y para asegurar que el mensaje y el origen son ciertos.

Sobre estos dos conceptos destacaremos que la llave es el ejemplo paradigmático de tecnologías obsoletas que todavía se usan Nos vamos a ceñir a esos objetos metálicos que llevamos unidos por una anilla, pero veremos que símbolo y secreto, para nada están separados.

Hagan un repaso de sus llaves habituales. Probablemente estarán la del portal, del buzón, de la oficina, del garaje y sobre todo, la de casa. La vivienda habitual es quizá la posesión más importante de cada persona. El refugio es un derecho para cada ser humano y la segunda capa de la pirámide de Maslow.

Ahora consideren la clave que porta ese objeto metálico. Está codificada en forma de diente de sierra o mediante algún método similar, pero ¡la contraseña está a la vista! Lo único que protege su puerta es que ese código es difícil de introducir. Es necesario usar ganzúas y una notable habilidad para abrirlas, pero se pueden utilizar otros métodos, por ejemplo una fotografía del llavero y una impresora 3D. Nada extraordinariamente difícil de conseguir.

¿Escribirían en la tarjeta el PIN en números romanos pensando que eso es suficiente?

Existen métodos alternativos para proteger una puerta. Los métodos electrónicos, no sólo son seguros sino que confiamos en ellos como nunca se hubiera imaginado. Delegamos en ellos las transacciones económicas, administrativas y la mayoría de las comunicaciones. Con personas queridas y extrañas. Relaciones comerciales y visitas. Pero abrir la puerta, tiene que ser un objeto solido, metálico.

Por otra parte, la mayoría de los vehículos se abren con llaves electrónicas o con tarjetas. ¿Qué alternativa sería sólida para sustituir el contenido de los llaveros?

FaceId

Los componentes biométricos no deberían sustituir a una contraseña por una razón muy sencilla: no los puedes cambiar. Si te copian la huella dactilar, no puedes poner otra. Por otra parte, la identificación biométrica sigue avanzando y se puede identificar por métodos cada vez más fiables y combinados: cara, iris, ritmo cardiaco, conductividad, … En todo caso, la biometría nos responde la pregunta ¿quién?, no la pregunta “¿qué?” y sigue siendo necesario incorporar una acción e intención.

- ¿Quién?
- Yo (*)
- ¿Qué?
- Abrir

* (esta es una respuesta mágica que abre muchos porteros automáticos)

Es más fácil programar la cerradura que la llave y es uno de los sistemas más fiables. La cerradura no tiene que tener el programa o el sensor sino actuar como resorte para desbloquear.

Programar una puerta tampoco tiene mucho futuro. Un móvil o un ordenador lo actualizas cada cierto tiempo, pero la puerta de casa puede tirarse siglos, ¡literalmente!. Sin embargo, es relativamente sencillo sustituir una cerradura por un resorte que se abra a distancia mediante una orden codificada. Cada día lo hacemos, cuando pagamos con el móvil o utilizamos muchos servicios de internet.

Para que las dos propuestas anteriores no sean contradictorias es necesario disociar la cerradura en dos partes: el móvil contiene la lógica (quién y qué) y la cerradura solo actúa bajo esa orden.

Tarjetas

Las tarjetas inteligentes ya juegan ese papel de llaves. Los simples tags NFC como los de acceso a garajes y gimnasios, ya sustituyen a una llave con mejores resultados. Son más difíciles de copiar. Con un poco de ingeniería social, cualquier puesto rápido de llaves y zapatos le hace una copia. Y son tan seguro como otros de ser birlados.

Además, hay otros tipos de tarjetas que tienen su propia lógica o contenido, en cualquier caso, es barata y es una tecnología extendida. Además, es repudiable. En una cerradura compartida (un portal, una oficina), se puede anular una tarjeta más fácilmente que una llave. Las devoluciones de llaves no garantizan que permanezcan copias. Este es el caso de los hoteles.

PIN

No hagan esto en sus casas.

Espero que esta perspectiva sobre este objeto tan cotidiano haya servido para ilustrar que algunas cosas que forman nuestro día a día no serían así si empezasemos de cero. Y que el hecho de que permanezcan, se debe más a la inercia que a la razón. Este punto tiene más que ver con nuestro pensamiento rápido que con una decisión razonada. Veremos algún otro caso similar a este, pero les animo a que piensen en que otros elementos a su alrededor siguen las tres reglas de la obsolescencia indefinida.

Permanezcan en sintonía …

Gratis puede ser un buen precio

Hace un montón de años tuve el encargo de diseñar un servicio al público. Requería una tarjeta de acceso que debía ser entregada personalizada yo recogiendo la firma de quien lo solicitaba. Actualmente sería un proceso puramente online, estamos acostumbrados a hacerlo así en muchos servicios digitales, neobancos, fintech, comercios, suscripciones e incluso en tramites burocráticos, sanitarios, etc.

Entonces existía, pero no estaba tan difundido. El ámbito de aplicación debía ser universal, sin requerimientos económicos o técnicos. Volveremos a este proyecto en otro momento, pero el punto de este texto son las condiciones económicas sobre las que se planteó.

Me habían requerido emitir cien mil acreditaciones. 100.000. No está mal. Obviamente, pregunté que presupuesto tenía. 200.000,00 €. No está mal y entonces tampoco lo estaba, sobre todo en un momento de crisis. ¿Se acuerdan de las subprime?

Así que cada unidad debía costar 2€. Les adelanto que era imposible. Entonces, hacer algo similar, teniendo en cuenta el resto de requerimientos técnicos (no era una simple tarjeta de plástico), costaba entre 7€ y más de 50€ para algunos modelos de lujo (también existe el lujo aquí).

No tenía restricciones sobre el modelo comercial, podía ser una tarjeta en venta, como las de crédito o el DNI, gratuita, como las sanitarias o en fianza depositando una cantidad que luego se devolvía como algunas de transporte o centros deportivos.

Emitimos cada tarjeta gratis.

Parece contraintuitivo, pero esta era la opción más barata para el emisor. Había un conclusión muy sencilla. Cualquier otra opción era más cara.

Teníamos un límite presupuestario que no podíamos aumentar y un coste unitario muy complicado de reducir. Nuestra primer planteamiento para equilibrar el presupuesto fue vender cada unidad. Pero vender no es gratis. 😉 En primer lugar, había que marcar un precio. La ventaja de ofrecer algo gratis, es que no se vuelve a discutir el precio. Cualquier otro precio que pusiéramos limitaría el acceso a aquellas personas a quienes les pareciese caro. Y cualquier precio por encima de cero es caro para alguien. Además, la venta tiene dos costes ocultos.

El coste de comunicación

Cuando presentas un producto novedoso, no tienes demasiadas oportunidades de explicarlo. Como mucho, tendrás media docena de conceptos y si tienes suerte, el público se quedará con tres.

Hagan la prueba. Piensen en un servicio online de tv o de música y explíquenlo usando seis conceptos breves.

Nuestro objetivo era llegar al mayor número de personas, no era ganar dinero con esta emisión, así que perder ese alcance convenciendo del precio era un lujo que no nos podíamos permitir.

El coste de la venta.

Poner en las manos del público cualquier cosa tiene un coste de distribución que varía según la urgencia, el valor, la fragilidad o si el producto es perecedero. Esto se aplica a un sardina y a un iPhone. En nuestro caso, ese coste era inevitable, pero no lo eran los costes asociados. Si lo vendíamos, alguien lo tenía que cobrar. Había que evitar el impago. Lo que se cobrase, había que contabilizarlo, con su posible quebranto de caja. Trasladar el dinero, vuelta a contar y su posible quebranto de caja. Ingresarlo y vuelta a contar de nuevo. Esto es más problemático con 100.000 transacciones pequeñas. Nuestra estimación estaba entre el 5% y el 10% del total.

La fianza, lo peor de dos mundos.

Haber cobrado una fianza era lo peor de dos mundos. Tenía el coste de comunicación, pero con una nota al pie: “Este dinero se lo devolveremos bajo ciertas condiciones”.

También tenía el coste de la venta, había que hacer las mismas operaciones de contabilidad y traslado, pero todavía tenía un agravante más. Ese dinero que habías recibido, ¡no podías disponer de él!. Porque en determinado momento lo tendrías que devolver.

Había otras opciones para mejorar el presupuesto: campañas publicitarias, paquetes de bienvenida, anuncios, etc. Pero desvirtuaban la imagen del producto en ese momento y daban al anunciante una permanencia en el tiempo difícil de cuantificar.

Al final, conseguimos el objetivo, el producto fue un éxito (se alcanzaron más de 250.000 altas) y hubo que recurrir a todo el ingenio posible para reducir el coste unitario: papel de soporte, modos de impresión, costes de distribución y recogida, colaboraciones, contrataciones, etc. Pero eso será otro día.

Permanezcan en sintonía …

Tecnologías obsoletas que todavía se usan

No vamos a hacer un exhaustivo estudio histórico sobre el comienzo de la tecnología. Todos sabemos que eran unos monos y un monolito. Vamos a simplificar exageradamente como se aplica a nuestras vidas e intentar desgranar que elementos están fuera de lugar. Empezaremos con unos ejercicios de visualización:

El pasado

Intenten evocar una casa solariega. Dos alturas, una puerta para las personas y una solida puerta alta para las caballerizas. Actualmente ya no se construyen así, pero desde el renacimiento e incluso después de desaparecer el uso de caballerías, se obligaba a subir una planta para que tuvieran espacio monturas y tractores. Una concepción de la casa como castillo que ya perdía sentido en siglos posteriores.

El presente

En cuantas casas, restaurantes, tiendas, revistas han visto máquinas de coser antiguas como elemento de decoración. Sin nuestro contexto cultural, ¿podríamos pensar que alguien se dedica a la costura en ese lugar?. Nos evoca un elemento del pasado con el que mantenemos un vínculo sutil. “La caja de costura de la abuela”. “Antes la ropa se hacía en casa”. “Esto lo he visto en casa de mis tíos”. … Todavía se venden máquinas, patrones y tejidos, pero han pasado de ser un medio de vida o de economía doméstica a una afición o entretenimiento.

El futuro

Rick Deckard, el personaje protagonista de Blade Runner, usaba una cabina telefónica.

Tanto la novela de Philip K. Dick como la película de R. Scott no pretenden ser un “Futurama” que nos muestre el mundo del futuro, sino una reflexión sobre si una mente artificial con recuerdos implantados nos convierte en humanos. Vista la película unas décadas más tarde, nos llama la atención que ese elemento estuviera allí, no nos comunicamos así, pero en la narración no se ofrece una alternativa y lo único fuera de lugar es que el videoteléfono estuviera fijo. Esto ha modificado nuestra percepción de muchas ficciones, desde Superman y su cabina vestuario a todas las películas de intriga que se resolverían con una llamada de móvil o un mensaje de texto.

Tecnologías perennes

Las tecnologías y los artefactos que las aplican tienen una función primaria y una secundaria. El uso mayoritario no tiene porque ser para lo que fueron diseñados (Viagra, Post-it, …), sino su aplicación. La función secundaria puede tener sentido o permanecer en el tiempo aunque esté superada: la máquina de coser decorativa o la motosierra como arma en películas o videojuegos de terror. Sin embargo, hay elementos que han sufrido mejoras, pero su función principal es insustituible.

En la paradoja de la dicotomía, Zenon proponía que una distancia era inalcanzable si se recorría en cada paso la mitad del espacio restante. En la evolución tecnológica sucede algo parecido. No alcanzamos un estadio final, pero no paramos de avanzar en pasos cada vez más cortos y precisos. La luz eléctrica sería este primer paso. Conseguir superar el miedo atávico a la oscuridad con un solo clic, es algo insuperable como experiencia de uso. Es algo profundo en nuestra mente y en nuestro lenguaje. Apagón evoca situaciones de anarquía, caos e ignorancia. Siendo tan importante, la luz artificial era dominada con antelación, pero siempre bajo escasez y mediante un ritual de paso. Los salones de baile y las catedrales se iluminaban con velas sin lograr la intensidad que ahora tienen algunas vías públicas.

La luz eléctrica es antigua y todavía se usa, pero no es obsoleta. No ha habido una tecnología que la reemplace. Al contrario, se ha hecho tan abundante que está presente día y noche sin necesidad de encendido. Para que cumpla las premisas del título, debería tener un reemplazo actual o muy próximo en el futuro. No solo eso, algunos productos o servicios actuales no se habrían desarrollado actualmente para llegar a como son actualmente.

Lo primero es lo primero

Los humanos pasamos casi todo el tiempo vestidos. Usamos más o menos ropa según las condiciones climáticas y más allá de condicionantes morales, nos protegen de la intemperie. Se han desarrollado materiales, tejidos, formas y procesos para cubrir el cuerpo de la forma más adecuada, desde el bañador al traje de astronauta, pero no se ha superado la forma de conseguir el objetivo primario de protección mediante objetos flexibles adaptados al cuerpo. Conseguido el fin fundamental, se han desarrollado elementos secundarios: la moda. Ya sea por vanidad, con motivos ceremoniales o funcionales se han desarrollado múltiples vestimentas que van más allá de protegernos o facilitarnos nuestra vida cotidiana. Este sería un caso claro de separación entre función principal y secundaria y que permanecen ambas a lo largo del tiempo.

No lo es todo

Con los ejemplos anteriores hemos superado los límites de lo que definimos como tecnología. Esta es una palabra reciente que, a pesar de sus raíces griegas, no se usaba antes del siglo XVII. Todos los elementos que analizaremos son invenciones humanas, pero no vamos a considerar constructos sociales (economía, religión, estado, …) o culturales (pintura, literatura, música, …). Así descartaríamos la comida (qué es lo que comemos), pero podremos considerar la forma en la que cocinamos (o no).

Las reglas básicas

Vamos a describir tres reglas fundamentales que podremos aplicar para analizar cualquier aspecto de la invención humana y de la tecnología:

  1. Su función primaria está ampliamente superada.
  2. Se sigue utilizando con normalidad.
  3. Si no existiese, no se desarrollaría en esta forma.

Visualicen estas reglas como tres círculos con áreas de intersección entre ellos. Esto crea ocho espacios: los tres círculos, las tres áreas entre dos círculos, el área exterior a los tres y una intersección entre los tres al mismo tiempo. Este pequeño sector es el de nuestro interés.

Hay algunos elementos quedan fuera porque no cumplen ninguna de las tres reglas, normalmente ya tendrán un contexto histórico por diferentes razones. Por ejemplo, el uso de sanguijuelas en medicina: está superado, no se usa y no se desarrollaría de esta forma. Está obsoleto y no ha evolucionado, sino que ha sido descartado.

Otros elementos son funciones mejoradas de formas antiguas. Por ejemplo las armaduras medievales no se construyen (excepto como adornos o recreaciones), pero su función principal la cubren los chalecos, cascos, monos y prendas de kevlar. Siendo los pilotos de MotoGP la imagen rediviva de aquellos “campeones”.

Hay un tercer grupo de grandes excepciones: los usos secundarios. Un ejemplo sería la música en vinilo. Su función principal está superada: existen formatos digitales con fidelidad superior. No es la forma más común de escuchar música. Para bien o para mal, la reproducción desde dispositivos digitales y en su mayoría en streaming es la forma ubicua de escuchar música o casi cualquier contenido. Hace menos de un siglo se publicaban discos y cintas con cursos de idiomas o recopilaciones de chistes. Esto nos parece impensable, sin embargo, la publicación de música continúa. Muchos artistas publican en vinilo, se reeditan discos antiguos y se graban maquetas en forma de cassette para presentación o distribución de pequeñas series. Estos productos pertenecen más al merchandising y quienes los compran y utilizan encuentran más satisfactorio escuchar música así. Ya sea por la textura sonora, por la atención plena o por escuchar obras creadas como conjunto. En todo caso, ya no es la forma única o mayoritaria de hacerlo.

Y entonces, ¿cuáles son?

Con este preámbulo tenemos algunas herramientas para analizar objetos a nuestro alrededor y les invito a ello.

¿Un vaso? No está superado.

¿Un botijo? Tampoco está superado, pero no se usa.

Al más puro estilo clickbait, en próximas entradas mostraremos algunas cosas que están a su alrededor y que cumplen las tres reglas.

Permanezcan en sintonía …

Soltar presión

Pasamos más tiempo con nuestra cabeza que con cualquier otra. Si parte de ese tiempo lo dedicas a aprender y a pensar, es posible que algunos puntos se conecten. Para que estos pensamientos se refuercen, lo mejor es explicarlo. Y si lo haces con un lenguaje sencillo, mejor (esto es de Feynman).

Escribir me da pavor.

Si escribo algo que tiene sentido, pienso, ¡vaya chorrada! Si no lo tiene, son divagaciones. No es síndrome del impostor, es que cualquier cosa está a años luz. Y sin embargo, aquí estamos, empezando algo que no sé muy bien donde acabará.

El título de este texto da una pista de que algo pasa. Últimamente he tenido mucha presión en la cabeza sin el escape adecuado. O borrar o encauzar, así que esto espero que sea terapéutico y si es posible, sin dar la turra.

La entrada “diletante” de Wikipedia, podría ilustrarse con mi foto. No es algo estrictamente positivo. Tener curiosidad está muy lejos de ser “un hombre del Renacimiento”, expresión viejuna por si misma. Hablaré de tecnología, no porque sepa más que nadie, sino porque es una de las materias que más me interesa. No de cacharritos, sino de la tecnología en si. Como nos afecta, nos cambia o nos deja igual. Cosas que hemos perdido, ganado o que deberíamos perder o alcanzar.

Uno de los temas que espero desarrollar es “Tecnologías obsoletas que todavía se usan”. Aplicaremos unas reglas básicas para calificarlas como tal, veremos excepciones y cosas que van a cambiar, que echaremos de menos o que serán el “New Vintage”, un oxímoron como los tiempos en los que vivimos.

No hay newsletter, ni podcast, ni vídeo, ni me presento, ni nada. En todo caso, pueden contactar en mail @ xprs . es

Permanezcan en sintonía.